Papa Francisco a la Iglesia de Arabia: «Hagan circular la alegría del Evangelio»
El Papa ha pedido oración por la paz en Ucrania y Etiopía
ACN.- «Hagamos circular la alegría del Evangelio» porque «la alegría cristiana no se puede guardar para uno mismo, y cuando la hacemos circular, se multiplica». Así se ha dirigido el Papa Francisco en la mañana del domingo en Manama, en el último discurso de su viaje apostólico a Baréin, antes de partir hacia Roma. Escucharon sus palabras los obispos, sacerdotes, consagrados y consagradas, seminaristas y agentes de pastoral del Vicariato Apostólico de Arabia del Norte, que trabajan al servicio de los aproximadamente 2 millones de católicos presentes en Baréin, Kuwait, Qatar y Arabia Saudita.
En el viaje del Papa Francisco a Baréin, el Santo Padre quiso despedirse de esta Iglesia de inmigrantes, formada casi exclusivamente por trabajadores extranjeros, dedicando «un pensamiento al pueblo al que ustedes pertenecen, a sus familias -que ustedes llevan en el corazón con un poco de nostalgia-, a sus países de origen». Al ver que estaban presentes fieles del Líbano, el Papa aseguró su oración y cercanía «a ese querido país, tan cansado, tan probado, y a todos los pueblos que sufren en Oriente Medio. Es hermoso pertenecer a una Iglesia formada por historias y rostros diferentes que encuentran la armonía en el único rostro de Jesús«.
Una Iglesia entre musulmanes
Al dirigirse a esta Iglesia que vive y trabaja lejos de los reflectores, en un contexto musulmán, el Papa Francisco recordó la imagen del agua fresca que fluye silenciosamente bajo tierra, irrigándola. «Es una bella imagen de lo que son ustedes -comentó- y, sobre todo, de lo que la fe obra en la vida: en la superficie emerge nuestra humanidad, reseca por tantas fragilidades, miedos, retos que debe afrontar, males personales y sociales de diversa índole; pero en el subsuelo del alma, justamente dentro nuestro, en lo más profundo del corazón, fluye tranquila y silenciosa el agua dulce del Espíritu, que riega nuestros desiertos, devuelve el vigor a lo que corre el riesgo de secarse, lava lo que nos agosta, sacia nuestra sed de felicidad”.
Alegría, unidad y profecía
A continuación, el Pontífice se detuvo en tres dones que el Espíritu Santo concede a la Iglesia: la alegría, la unidad y la profecía. «En primer lugar -explicó-, el Espíritu es «fuente de alegría». La alegría del Espíritu no es un estado ocasional o una emoción del momento; mucho menos es ese tipo de alegría consumista e individualista tan presente en algunas experiencias culturales de hoy. En cambio, la alegría en el Espíritu es la que proviene de una relación con Dios, de saber que, incluso en las luchas y noches oscuras que a veces atravesamos, no estamos solos, perdidos o derrotados, porque Él está con nosotros. Y con Él podemos afrontar y superar todo, incluso los abismos del dolor y la muerte».
El Espíritu Santo es, pues, fuente de unidad, un signo especialmente importante en una Iglesia formada por personas de tantos países. «Seamos custodios y constructores de la unidad», dijo Francisco, «para ser creíbles en el diálogo con los demás, vivamos la fraternidad entre nosotros. Hagámoslo en las comunidades, valorando los carismas de todos sin mortificar a nadie; hagámoslo en las comunidades religiosas, como signos vivos de concordia y de paz; hagámoslo en las familias, para que el vínculo de amor del sacramento se traduzca en actitudes cotidianas de servicio y de perdón; hagámoslo también en la sociedad multirreligiosa y multicultural en la que vivimos: siempre a favor del diálogo, siempre, tejedores de comunión con hermanos de otros credos y otras confesiones».
Al referirse al tercer don, Francisco dijo que el Espíritu es fuente de profecía. «No podemos fingir que no vemos las obras del mal», advirtió, «permanecer en la ‘vida tranquila’ para no ensuciarnos las manos». Un cristiano debe, tarde o temprano, ensuciarse las manos para vivir su vida cristiana y dar testimonio. De hecho, hemos recibido un Espíritu de profecía para dar a conocer el Evangelio con nuestro testimonio de vida». Y citando las palabras que escuchó de una religiosa -la Hermana Rosa- sobre el ministerio entre las mujeres detenidas, el Papa añadió: «¿Saben lo que pienso cuando entro en una cárcel? ¿Por qué ellos y no yo? Es la misericordia de Dios. Pero cuidar de los presos es bueno para todos, como comunidad humana, porque es por cómo se trata a los últimos que se mide la dignidad y la esperanza de una sociedad».
Oración por la paz
Por último, antes del rezo del Ángelus al final del encuentro, Francisco volvió a exhortar a todos a rezar por la paz. «En este contexto», añadió, «el acuerdo que se ha firmado sobre la situación en Etiopía constituye una esperanza. Animo a todos a apoyar este compromiso de paz duradera, para que, con la ayuda de Dios, los caminos del diálogo continúen y el pueblo encuentre pronto una vida serena y digna. Y tampoco quiero olvidarme de rezar y decirles que recen por la atormentada Ucrania, para que esa guerra termine».