Sacerdote desde Ucrania: “La Iglesia debe estar con sus fieles, con su pueblo”
Entrevista con el padre Antonio Vatseba, provincial del Instituto del Verbo Encarnado, congregación que tiene seis comunidades de religiosas y sacerdotes en el país
ACN, María Lozano.- El padre Antonio Vatseba es un sacerdote greco-católico ucraniano y desde hace tres años provincial del Instituto del Verbo Encarnado, congregación que tiene seis comunidades de religiosas y sacerdotes trabajando en Ucrania.
Sabemos que por razones de seguridad no puede decirnos dónde se encuentra, ¿puede decirnos si está en una zona de conflicto?
Dependiendo de dónde se encuentran, no todos los padres de la congregación pueden dar detalles sobre su paradero. Tres comunidades están en el oeste de Ucrania. Están recibiendo refugiados y coordinando la recogida y el envío de ayuda humanitaria al centro y al este de Ucrania. Yo me encuentro en el centro de Ucrania, no muy lejos de Kiev. La situación justo ahora es bastante tranquila, pero del 24 al 26 de febrero fue bastante tensa debido a la caída de misiles. A pesar de todo, seguimos celebrando la Santa Misa dos veces al día, y por la noche acogemos a los refugiados que duermen en nuestras instalaciones en la iglesia parroquial.
¿Y cómo es en las otras dos comunidades?
Hay una comunidad en la región de Donbás, en el este, donde el combate es muy fuerte. Por seguridad, los padres han dejado la ciudad. Están en las afueras del campo, donde celebran diariamente la Misa. Los sábados y domingos vuelven al centro de la ciudad para celebrar la Misa y confesar a los fieles.
La otra comunidad está en el sur, cerca de la Crimea, donde la situación no es fácil. Las tropas rusas han sitiado casi toda la región cercana a la ciudad de Jersón. Los padres están a salvo en un lugar donde no ha habido ataques, y pueden celebrar la Misa y apoyar a sus feligreses tanto con oraciones como moralmente.
El mayor problema en estas zonas es que no llega ayuda humanitaria a ciudades y pueblos de la región de Donbás y la ciudad de Jersón. La falta de alimentos, de comunicación telefónica y, en algunas ciudades, de luz, agua y calefacción, puede provocar un terrible desastre humanitario.
¿Qué significa la presencia de sacerdotes y religiosas para la gente?
A pesar del peligro, seguimos celebrando cada día la Santa Misa. También seguimos ofreciendo catequesis y oración online. Estamos apoyando a los refugiados acogiéndolos en nuestros templos, conventos o en las casas de los miembros de la tercera orden. Las hermanas, a pesar de la difícil situación, siguen atendiendo a los niños y ancianos de las casas de misericordia. Algunos de ellos han tenido que evacuarlos a lugares más seguros.
Hemos visto y oído muchos testimonios de sacerdotes y obispos que se niegan a marcharse, a pesar del peligro. ¿Por qué se han quedado?
La Iglesia debe estar con sus fieles, con su pueblo, para que no se queden solos sin atención espiritual, sobre todo en un tiempo tan difícil como es el tiempo de guerra. La presencia del pastor es muy importante para la comunidad eclesial. Cristo mismo nos enseña: “Yo soy el Buen Pastor. El Buen Pastor da su vida por las ovejas” (Jn 10, 11). Por eso, como Jesucristo nos enseña, debemos ser pastores y no dejar a nuestras ovejas abandonadas a su suerte.
¿Ya sabe qué harán si la zona es ocupada por las tropas rusas?
Si nuestras vidas no se ven amenazadas, seguiremos sirviendo cada uno en su puesto. Esto es lo que nuestra Iglesia ya ha experimentado desde la anexión de Crimea a Rusia y la guerra en Donbás. Gracias a la valentía de los sacerdotes locales, nuestra Iglesia sigue sirviendo en Crimea y Donbás.
Con este conflicto existe el peligro de que la gente se deje vencer por el odio. Como sacerdote, ¿qué puede hacer para ayudar a la gente a evitarlo?
Esto es un peligro real. En este tiempo difícil de guerra, que siembra odio y violencia, debemos predicar la ley de la caridad evangélica. Todos sin distinción, tanto civiles como soldados, deben guiarse por el amor y no por el odio. Justamente esas fueron las palabras del arzobispo Primado de la Iglesia Greco-Católica ucraniana, Su Beatitud Sviatoslav Shevchuk, quien resumen muy bien este principio del amor en tiempos de guerra: “¡Aprendamos a amar en este tiempo trágico! No dejemos que el odio nos abrume, no utilicemos ni sus palabras ni sus frases”.
La fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) ha proporcionado ayuda de emergencia inmediata a sacerdotes y religiosas, a las diócesis del este y en Kiev, y lleva muchos años ayudando a la Iglesia Greco-Católica ucraniana. ¿Tiene algún mensaje para nuestros benefactores?
Quiero dirigirme a los fieles con las palabras de Cristo: “cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os aterréis”…» (Lc 21,9). En estos momentos en Ucrania, no sólo escuchamos hablar sobre la guerra, sino que la vemos y la experimentamos en las calles de nuestros propios pueblos. Sin embargo, debemos apartar de nosotros el miedo con la oración y con el amor a nuestra patria.
La guerra es una manifestación del mal, y el mal es la ausencia del bien. Los cristianos debemos en primer lugar, luchar para defender lo propio, y también buscar el bien de nuestros propios enemigos rezando por su conversión. Les pido que recen por el rápido fin de la guerra de Rusia contra Ucrania y por la conversión de los dirigentes políticos rusos. El momento histórico que vivimos nos recuerda hoy el llamamiento de la Virgen en Fátima, que tal como se ve sigue siendo actual. Recemos juntos y confiemos en que este pedido de María Santísima finalmente se cumplirá.
¿En qué ayuda este apoyo económico a los sacerdotes, a los religiosos y a la gente sobre el terreno donde ustedes están?
El apoyo económico que recibimos cada año de ACN, sirve muchísimo tanto para la formación intelectual de nuestros seminaristas y sacerdotes y sus necesidades personales, como para los distintos proyectos pastorales de las parroquias donde estamos presentes. Por ello les estamos muy agradecidos a todos nuestros benefactores y queremos que sepan que los recordamos siempre en nuestras
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