Christine du Coudray con religiosas trapistas del Monasterio de Murhesa, Diócesis de Bukavu, R.D.Congo. (ACN)
28 septiembre 2020

Un repaso a casi 30 años de labor a favor de la Iglesia en África

› Christine du Coudray, directora de proyectos de ACN para África: «Cada continente tiene su propia vocación; la vocación de África es la familia»

ACN, Volker Niggewöhner y Eva-Maria Kolmann.- Christine du Coudray ha trabajado durante 28 años en la sede internacional de la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN) en condición de directora de proyectos para África. Repasa retrospectivamente estos años en una entrevista con el equipo de la fundación.

Son los últimos momentos después de 28 años en Ayuda a la Iglesia Necesitada. ¿Le produce esto algo así como añoranza?

Hay un tiempo para servir y un tiempo para retirarse. Después de 28 años, estoy preparada para esto último. Desde hace unos diez años trabaja en nuestra casa una nueva generación de jóvenes muy comprometidos que continuarán esta misión. Cuando empecé hace 28 años, no estaba en condiciones de encontrar siquiera los países africanos en el mapa. Acepté el reto y empecé a aprender desde cero.

¿Qué ha aprendido con su trabajo?

He aprendido que cada continente tiene su propia vocación. Ya antes del primer Sínodo Especial para África de 1994, me di claramente cuenta de que África es el continente de la familia. Esto es asombroso, la familia también está herida allí y hay problemas como en todas partes, pero es el futuro de la humanidad y parece ser la vocación de África. En ese continente desempeña un papel muy especial. Cuando Benedicto XVI estuvo en Benín en 2011, reiteró esta realidad, que ya estaba clara para san Juan Pablo II.

A lo largo de todos estos años, el apoyo de la familia ha sido para mí como un hilo conductor. Hemos hecho mucho por ella y seguimos haciéndolo.

¿Ha habido personas que le hayan influido especialmente en su camino?

Sí, Juan Pablo II fue quien, a lo largo de estos años, se convirtió en mi «maestro espiritual», y continúa siéndolo. Siempre he tratado de entender y poner en práctica su perspectiva para la Iglesia en África. Para mí fue un privilegio poder participar en el primer Sínodo Especial para África en 1994, en el que fui la única mujer de Europa. Fue un año después de comenzar a trabajar en Ayuda a la Iglesia Necesitada y fue la mejor formación que pude haber recibido.  Hubo unos 350 participantes: cardenales, obispos,  sacerdotes, expertos y oyentes. Me contaba entre los oyentes, estuve en Roma durante todo un mes para participar en el Sínodo.

En esa ocasión almorcé con el papa e intercambiamos ideas, fue algo muy especial. El Sínodo dio frutos y diez años después, en 2004, organicé una reunión en Roma con obispos de África y Europa para construir un puente entre los dos continentes. En esa ocasión, Juan Pablo II proclamó el segundo Sínodo Especial para África. Eso también fue un regalo para mí.

¿Cuáles han sido los momentos más hermosos?

Entre los momentos más hermosos se cuentan, sin duda, los viajes. Mi primer viaje me llevó a Tanzania en 1994, el último a Sudán, en marzo de 2020, poco antes de la pandemia provocada por el coronavirus. La situación sobre el terreno ha cambiado mucho: antes, en una cabaña había una simple vela; hoy hay electricidad procedente de paneles solares. Todavía guardo todos los cuadernos con mis notas.

¿Por qué son importantes los viajes para su trabajo?

No es suficiente con recibir un proyecto por escrito para saber que se necesita un automóvil o la renovación de un centro de catequesis. Realmente necesitamos ver sobre el terreno lo que se precisa. Por poner un ejemplo: hace un año estuve en República Democrática del Congo, en la archidiócesis de Kananga, provincia de Kasai. Allí descubrimos que los baños del edificio del seminario se encontraban en un estado horrible. Pensé: «¿Cómo es posible que estos futuros sacerdotes, tengan que vivir sin una ducha y en tales condiciones?». En marzo de este año recibimos la solicitud para llevar a cabo un proyecto, pero en ese momento, debido a la crisis del coronavirus, tuvimos que tomar lamentablemente una decisión negativa porque no había dinero. Pero ahora, hace dos días, pensé que teníamos que revocar esta decisión negativa. Esto fue el resultado de una visita al propio lugar. Tal vez nunca hubiera reaccionado así si no hubiera visto esta situación con mis propios ojos.

¿Tiene algo así como un «país favorito»?

Sí, yo diría que mi «país favorito» es República Democrática del Congo. Estoy personalmente convencida de que este país, debido a su situación en el corazón del continente y a la alta proporción de católicos, tiene un papel importante que desempeñar. Las mujeres desempeñan un papel importante. Lamentablemente, el país es totalmente caótico debido a sus recursos naturales. Hay muchos más recursos naturales allí que en cualquier otra parte del mundo, es por eso que muchos países vecinos y de Occidente están muy interesados en el Congo. Si hay recursos naturales en algún lugar, la guerra es inevitable. Pero la gente de allí tiene un ánimo, una energía, que es increíble.

¿Le ha ayudado su fe a cumplir su misión?

Con toda seguridad, porque he experimentado profundamente que todo lo que he propuesto, todas las iniciativas, no han salido de mí sino del Espíritu Santo, como el encuentro entre los obispos de África y Europa. En ACN hemos experimentado que los propios obispos necesitan nuestro cuidado. Es esencial ayudar a los obispos para que puedan dirigir mejor sus diócesis. Para ello, tenemos que velar por ellos. Así que les facilitamos unos días libres en forma de retiros para la conferencia episcopal al completo. Todos los que ya lo han vivido se han mostrado entusiasmados con esta propuesta. Por ejemplo, todos los obispos del Magreb (Marruecos, Túnez, Libia) estuvieron juntos en Senegal en un monasterio. Fue una novedad y estaban entusiasmados.

¿Qué es lo que más extrañará cuando se jubile?

Ante todo, viajar sobre el terreno que me permitieron entender mejor la situación y descubrir los proyectos. Cada proyecto es único. Nuestros hermanos y hermanas en la fe envían su solicitud con todo su corazón y esperan nuestra ayuda. Por eso, siempre les he dicho: si quieren escribir una solicitud para llevar a cabo un proyecto y convencer a nuestros benefactores, tienen que imaginarse que tienen a un centenar de personas en una habitación delante y explicar su situación poniendo todo su corazón. Con el corazón los convencerán. Es importante que los proyectos realmente vengan del corazón para que podamos construir cada vez un puente más sólido entre nosotros y nuestros hermanos y hermanas en la fe.

¿Considera su trabajo como una «misión»?

¡Sí, por supuesto! Cada situación es única. Cada país tiene su propia realidad y necesidades específicas. No estamos aquí principalmente para proporcionar ayuda económica, sino fundamentalmente para escuchar a obispos, sacerdotes y religiosas, para compartir su lucha diaria y saber exactamente lo que necesitan. Por supuesto que llega un momento en el que tenemos que dar necesariamente ayuda económica, ¡eso está claro!, pero les ofendería que sólo habláramos de cuestiones financieras. Entre nosotros y nuestros hermanos y hermanas en la fe hay una profunda comunión. Nuestra actividad no es solo un trabajo, sino una misión que el Señor nos ha confiado para el crecimiento de la Iglesia en todo el mundo.

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