Seminarista de Rep. Democrática del Congo: «Mi vocación surgió de una oración dominical en ausencia de sacerdote»

Hubert nació en un pueblo de la diócesis de Luiza en la República Democrática del Congo. Fue bautizado y se integró a un grupo de niños que acudía a catequesis. Gracias a la dedicación del catequista de su pueblo, Hubert pudo recibir la Primera Comunión a los 12 años.

Una vez, en su clase de catequesis, le preguntó a su catequista por qué el sacerdote no residía en su pueblo para poder comulgar todos los días. El catequista me dio dos respuestas:

“Quiero que mis hermanos y hermanas tengan la oportunidad de comulgar de verdad cada día con el Cuerpo y la Sangre de Cristo.”

Y añadió: “Presta atención en la oración que recito el domingo cuando nos reunimos en ausencia del sacerdote”. Así fue, al terminar su breve comentario sobre la lectura del Evangelio dominical, el catequista introdujo la segunda parte del rezo de la asamblea de la siguiente manera:

“Si tuviéramos a un sacerdote entre nosotros, podríamos haber recibido la comunión del cuerpo y la sangre del Señor”.

Estas respuestas despertaron en Hubert el deseo de ser sacerdote. Pero convencer a su familia fue difícil. En primer lugar, en su familia, él es el segundo hijo varón y era inconcebible que su padre le permitiera ingresar en el seminario. Como nunca había asistido a una escuela del centro de la parroquia, tenía un cierto complejo de inferioridad con respecto a los jóvenes de la parroquia que estaban acostumbrados a tratar con sacerdotes, conocían el ritual de la Misa y de los otros sacramentos. Además, las dificultades económicas eran un serio obstáculo, dadas las condiciones muy humildes en las que vivían sus padres, que son campesinos y tenían a siete hijos a su cargo, dos hijos varones y cinco hijas, todos en edad escolar.

Foto interior testimonio seminaristas- congo

Misa de seminaristas en Rep. Democrática del Congo

Pero, finalmente su perseverancia fue quien convenció a sus padres. Hubert hizo su prueba de admisión en el seminario propedéutico de San León Magno de Luiza. Ahora han pasado cinco años desde que él emprendió el camino hacia el sacerdocio. Ha pasado la mayor parte de estos años allí, lejos de su diócesis y su familia. Para él conseguir los medios económicos para pagar el transporte de ida y vuelta durante las vacaciones de Navidad y Semana Santa es sumamente difícil. Además, para sus pobres padres, reunir el dinero necesario para contribuir a su formación es todo un desafío, a pesar del apoyo y los sacrificios de su diócesis.

A pesar de estas dificultades materiales, Hubert sigue su camino, animado por una justificada esperanza de alcanzar la meta: la de ser sacerdote para que una comunidad de creyentes de Luiza deje de hacer la comunión sólo “de deseo”, y que, en la lógica de la Encarnación del Verbo de Dios, que se ha hecho carne.

“Quiero que mis hermanos y hermanas tengan la oportunidad de comulgar de verdad cada día con el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Para ello me encomiendo al Señor y a Su Divina Providencia.”

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