P. Léandre Mbaydeyo, de la diócesis de Yamena en Chad, becado por ACN. (ACN)
14 septiembre 2020

Chad: “Soy un hijo de la guerra”

El P. Léandre Mbaydeyo, originario de la diócesis de Yamena en Chad, comparte con ACN su testimonio, la realidad de su país y los retos de la joven Iglesia chadiana

ACN, Thomas Oswald.- El P. Léandre Mbaydeyo, originario de la diócesis de Yamena en Chad, está ahora en la parroquia de San Ambrosio de París gracias a una beca de estudios de la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN). En esta entrevista, el sacerdote explica la situación en su país, que celebra este año el 60° aniversario de su independencia.

El Chad ocupa un lugar complicado y conflictivo en pleno Sahel. ¿Tiene esto algún impacto en la vida cotidiana de los chadianos?

¡Claro que sí! Mirad a nuestro alrededor: Libia, Sudán, la República Centroafricana, Camerún, Níger… ¡son vecinos turbulentos! Yo mismo nací lejos del pueblo de origen de mis padres que tuvieron que huir a causa de la guerra. Así que soy un hijo de la guerra y quizás sea la guerra la que me mate. El Chad es un país lleno de diversidad: allí hay más de 200 etnias y lenguas diferentes. También existe una oposición ancestral e inmemorial entre los pastores musulmanes del norte y los campesinos cristianos y animistas del sur. Se trata de conflictos recurrentes que los chadianos logran resolver en la mayoría de los casos. Pero cuando entra en juego la política, todo se complica y las disputas degeneran en enfrentamientos sangrientos. Aproximadamente la mitad del país es musulmán, un tercio es cristiano y el resto profesa religiones tradicionales.

Sin embargo, su país parece más estable que la mayoría de sus vecinos, ¿cómo se explica esto?

Estamos dirigidos por un presidente, Idriss Deby Itno, que es un luchador. Encabeza el país desde hace treinta años y tiene un poderoso ejército. El ejército chadiano, con el apoyo de Francia, es muy agresivo y eficaz contra los grupos terroristas como Boko Haram y no duda en atacar a sus enemigos fuera de sus fronteras.

Los chadianos somos muy conscientes de la violencia latente, esto forma parte de nuestra educación y nuestra forma de ser. Se lo voy a mostrar con un ejemplo: cuando llegué a París para mis estudios, me ofrecieron pasear por los Campos Elíseos pero yo me negué porque están junto al palacio presidencial del Elíseo. En el Chad hay que evitar el palacio presidencial porque es un lugar muy peligroso donde los centinelas disparan a todo lo que se mueve. Una vez, una monja italiana, por error, condujo con su coche bajo el muro circundante del Palacio de Yamena. Retrocedió rápidamente pero los centinelas abrieron fuego, rompiendo su parabrisas. Por suerte, tuvo el reflejo de bajar la cabeza y así se salvó…

¿Teme un avance de los islamistas radicales en el Chad como ocurre en otros países africanos atravesados por el Sahel?

Hemos visto intentos perniciosos de islamización, especialmente provenientes de la Libia de Muamar al Gadafi. Antes de su muerte, en 2011, se construyeron mezquitas en casi todas partes, incluso en los pueblos cristianos del sur. Además, se animaba a los jóvenes musulmanes a casarse con mujeres cristianas para convertirlas y tener hijos que a su vez fueran musulmanes… Pero este fenómeno se detuvo con la caída del régimen libio. No obstante, en los lugares donde conviven cristianos y musulmanes, existe una presión para convertirse al islam. En el ámbito laboral, en particular, a menudo es más fácil encontrar socios comerciales cuando eres musulmán. Por el contrario, es muy difícil para un musulmán convertirse en cristiano y los que dan el paso suelen ser repudiados por sus familias.

En cuanto al terrorismo yihadista, del tipo que propugnan grupos como Boko Haram, la Administración chadiana lo combate eficazmente en su territorio con el apoyo del ejército francés. Por consiguiente, es una amenaza menos presente que en otros países limítrofes.

¿Podemos decir, por tanto, que la situación de los cristianos en el Chad es mejor que en los países vecinos?

En gran medida sí, aunque la Administración no esté a nuestro favor y tienda a minimizar nuestra importancia. Por ejemplo: las cifras oficiales del número de cristianos chadianos presentadas por nuestro Gobierno se basan en el censo de 1983. ¡Quieren hacer creer a la gente que Chad es un país musulmán!

¿Cuál es la situación de la Iglesia católica en el Chad?

Nuestra Iglesia no tiene siquiera 100 años, y, al igual que todo el país, es joven y dinámica, con muchos bautismos. Por otro lado, carecemos de vocaciones sacerdotales. Para muchos jóvenes, son demasiados estudios para muy poco rendimiento. Los cristianos chadianos descienden de los animistas y hay buenas relaciones entre ambos. Muchos de los valores del animismo y el cristianismo son compatibles.

¿Podría decirnos cómo tomó la decisión de convertirse en sacerdote?

Le debo mucho a mi padre, un catequista. Cuando era adolescente, a los 14 o 15 años, perdí el interés por la Iglesia. Empecé a arreglármelas para no ir a misa, pero mi padre se dio cuenta y me envió a casa de mi hermano mayor para enderezarme. En casa de mi hermano mayor cazaba, pescaba y cultivaba plantas, pero no estudiaba. Algo me faltaba y pedí volver a casa de mi padre. Creo que ese período de ruptura fue beneficioso, porque cuando regresé, empecé a interesarme de nuevo por la Iglesia. Fui a inscribirme como ayudante de catequista, luego me uní al coro y a los movimientos juveniles. Cuando cumplí los 18 años, pedí ser sacerdote e ingresé en el seminario.

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