Nicolás Martín, sacerdote misionero en Sudán: “Ambos bandos están usando nuestras premisas para defenderse y atacar”
«Estamos tratando de dar acogida a los que vengan y de dar respuesta a esta ola de desplazados».
ACN.– Hace unos meses estallaron combates entre el Ejército sudanés y las Fuerzas de Apoyo Rápido, un grupo paramilitar legalizado en Sudán. El enfrentamiento por el poder de ambos bandos ha cobrado la vida de medio centenar de personas y ha dejado miles de heridos, además de centenares de miles desplazados.
Entre las víctimas de esta guerra están las comunidades cristianas de Sudán. Aún así, y pese a las dificultades, la Iglesia sudanesa sigue adelante con su misión y abre sus puertas para ofrecer cobijo y refugio. Un claro ejemplo de ello es el padre Nicolás Martín Ramírez, sacerdote y misionero en Sudán. Su trabajo siempre se ha desarrollado en la pastoral y en la educación, siendo también profesor de secundaria en las escuelas. Hemos hablado con él en Perseguidos pero no Olvidados de Radio María.
¿Cuál es la actualidad ahora mismo en Sudán en estos últimos días?
Hace dos meses que ha comenzado el último conflicto bélico en Sudán. Esta vez, por sus propias manos, dos fracciones locales están luchando por el control del poder en la capital y en algunas ciudades estratégicas del país. Ha sido un conflicto muy fuerte, fuera de control y fuera de reglas. Es una lucha sin sentido. Los que sufren, los civiles, han tenido que abandonar sus hogares de un día para otro, sus trabajos, buscando refugios en algunos puntos de la ciudad, donde puedan rezar y llevar sus vidas con cierta tranquilidad.
Sudán no es un país donde puedan alojarse tranquilamente. El problema del clima es muy serio: la sequía. Es un país desértico. En Sudán estamos durante el día a 40 grados y por la noche a 35, pero generalmente estamos con más de 39 grados. La gente que no está acostumbrada sufre mucho por esta situación. Estamos tratando de ayudar a las personas en lo que más se pueda. Esperamos que esta situación termine pronto.
¿Cómo ha cambiado vuestra misión como Combonianos y vuestro día a día debido a este conflicto?
La Iglesia local sigue al pie de la misión haciendo lo que se puede. Nosotros los Combonianos, que tenemos nuestras comunidades fuera de la zona de conflicto, estamos tratando de llevar a cabo actividades que puedan servir a los desplazados de Jartum que vienen aquí. Hemos tenido los exámenes para los alumnos de primaria, los que terminan el grado sexto. Han sido más de 700 estudiantes de escuelas diferentes de Jartum que han venido a hacer el examen al centro, les hemos dado el desayuno y les hemos proporcionado los medios necesarios para que pudieran hacer los exámenes tranquilamente.
A pesar de los ataques sufridos en varios templos y centros eclesiales, sobre todo en Jartum, la Iglesia no se ha marchado del país, ¿no tenéis miedo ante los combates?¿Por qué habéis decidido permanecer?
Como decía anteriormente, la Iglesia ha sido atacada en Jartum. Muchos templos, estructuras, casas religiosas y escuelas han sido usadas por ambos bandos como cuarteles. Han desmantelado todo y se han llevado los coches. Nos han dejado prácticamente sin nada. Lo que es serio es que la Catedral también ha sido atracada. Les sirve también como cuartel. Ambos mandos están usando nuestras premisas para defenderse y atacar.
En Puerto Sudán tenemos la presencia del arzobispo, que llegó aquí unos días antes de que iniciara el conflicto y ya no pudo regresar. También tuvimos la acogida de varios misioneros extranjeros que a su paso para sus países de origen estuvieron con nosotros unos días y semanas. Ahora ya están felizmente en sus lugares de origen. Todavía tenemos aquí a nuestro provincial comboniano y uno que decidió quedarse en Sudán, otros padres diocesanos… Nuestra comunidad ha crecido significativamente y esto también da alegría porque ahora somos muchos.
Sudán es un país receptor de refugiados, ahora cuenta con cerca de un millón de desplazados y otros que se han tenido que marchar por la guerra. Cuéntenos.
Sudán siempre ha tenido conflictos internos y desplazamientos de personas. Ha sido un país maltratado. Las personas buscan refugio de ciudad en ciudad. Es increíble la cantidad de desplazados que hay en Sudán. Algunos se refugian en la frontera del sur, otros en la frontera de Uganda y otros en la de Egipto. Ahora en el Puerto de Sudán el clima es muy fuerte y las personas prefieren no venir aquí, aunque en estos momentos es el único punto de partida. Estamos tratando de dar acogida a los que vengan y de dar respuesta a esta ola de desplazados. Esto conlleva ciertos problemas de tipo social en las calles. Es un poco triste ver cómo deambulan las personas que no tienen hogar, no tienen trabajo, no tienen dónde pasar el día y solo esperan la ayuda humanitaria o caritativa de las personas.
¿Qué pueden aprender países como España de esta apertura a los refugiados?
Esto, en cierto modo, me agrada porque veo que las personas pueden colaborar entre sí y ayudarse cuando saben que sus propios hermanos están en necesidad. Pienso que también es una lección para todos nosotros, para poder ser generosos con las personas que más nos necesitan. Particularmente, con los que llegan desde países del sur del mundo y buscan refugio o un mejor bienestar. También con los refugiados del norte de África que tratan de escapar de situaciones precarias que les limitan la vida. Si nosotros tenemos un poco más, compartirlo con ellos no nos quita nada, no nos rebaja la vida, pero sí aumenta nuestra calidad de seres humanos.
¿Qué te han enseñado las personas de Sudán y que te ayuda para crecer en tu vida de fe, en tu amor a Dios y a los demás?
Mi misión ha sido siempre pastoral, pero más centrada en la cuestión de la educación. Sudán es un país mayoritariamente musulmán, sin embargo, estando con ellos he aprendido a tener la conciencia de estar siempre presente ante el Señor. Ellos para todo, en cualquier momento o en cualquier actividad, empiezan diciendo “acordémonos que estamos en la presencia de Dios y en el Nombre de Dios Misericordioso”. Sea donde sea y estén donde estén esto lo hacen siempre. Para mí ha sido una enseñanza. Ser consciente de que siempre estoy en la presencia del Señor y de que todo lo que hago, lo hago en Su nombre.
Podría decir que la forma de evangelizarnos es mutua. Ellos me enseñan a estar presente, a apreciar la presencia de Dios, a ser fiel a los mandamientos, a ser gentil con la cultura religiosa. También nosotros como cristianos, en la escuela, enseñamos valores como la justicia, la paz, el ser generoso con los más necesitados, y por supuesto, la hermandad cristiana, que es un valor fundamental para nosotros. Ambos tenemos que aprender unos de los otros, al menos así lo he sentido yo desde que he estado en estos países islámicos en mi misión.