» TESTIMONIO

Shagufta: “Al igual que San Pedro, fui liberada por un ‘milagroso terremoto’”

En Pakistán, donde profesar la fe cristiana puede costar la vida, Shagufta Kausar pasó más de ocho años condenada a muerte por una acusación falsa de blasfemia. Su historia, marcada por el sufrimiento, la fe y un milagro inesperado, se ha convertido en un poderoso testimonio de esperanza.

Entre rejas por una falsa acusación

Durante la presentación en Roma del Informe sobre la Libertad Religiosa en el Mundo 2025, organizada por Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN), Shagufta compartió su experiencia: la irrupción de una turba en su casa, la tortura, el encarcelamiento junto a su marido —paralítico— y los largos años de aislamiento en prisión.

“Fue persecución por mi fe. Había una multitud fuera de la comisaría que gritaba: ‘Muerte a Shagufta y Shafqat Emanuel’”, recuerda. A pesar de todo, nunca renunció a su fe. “Me ofrecieron la libertad si negaba a Jesús, pero dije que no. Él murió por mis pecados, y yo no podía negarlo”.

“Vi la cruz, vi al Señor, y Él me sanó”

Su cuerpo comenzó a fallar, pero su espíritu se fortalecía en la oración. “Le pedí al Señor que me concediera seguir viva para volver a ver a mis hijos. Entonces tuve una visión: vi la cruz, vi al Señor, y Él me sanó. Me incliné y alabé al Señor por la vida que me había dado”.

Un día, mientras leía los Hechos de los Apóstoles, sintió literalmente un terremoto. “Justo estaba leyendo sobre Pablo y Silas en prisión cuando todo tembló. Más tarde supe que en Europa miles de personas habían firmado una petición por mi liberación. Para mí, ese fue el verdadero terremoto: un milagro del Señor”.

Poco después, el Parlamento Europeo aprobó una resolución exigiendo su liberación. Dieciséis mil firmas en un solo día cambiaron su destino. Finalmente, Shagufta y su marido fueron liberados y pudieron reunirse con sus hijos bajo protección internacional.

Una voz por los cristianos perseguidos

“Ahora estamos ocupados en defender a nuestros hermanos y hermanas que siguen presos en Pakistán. Hay muchos que aún sufren por su fe”, afirma con determinación.

Durante su visita a Roma, Shagufta pudo cumplir uno de sus mayores sueños: conocer al Papa. “He llorado al encontrarme con él. Ese encuentro ha sido una bendición para todos los cristianos perseguidos en el mundo”, dijo emocionada.

“Estoy agradecida a ACN, instrumento de la Providencia. Gracias a vosotros, mi historia es también la de muchos que aún esperan su milagro”.

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Este manifiesto es un gesto sencillo, pero transformador. Cada firma recuerda al mundo que la libertad religiosa es un derecho, no un privilegio. La historia de Shagufta inspira a alzar la voz por todos los que no pueden hacerlo.

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