» TESTIMONIO | LA IGLESIA EN ALBANIA

Mons. Simon Kulli de Albania: «Debo mi vocación a un sacerdote que estuvo 28 años en prisión”

Estábamos encerrados en nuestro país. Se nos decía que aquí estaba el paraíso, aquí estaba todo, no faltaba nada. Después de que el régimen cayera no sabíamos nada del mundo, lo que era Italia, Alemania o América. Era una pobreza enorme donde el régimen explotaba a la gente. Sin duda fue una vida muy dura durante el comunismo, crecimos sin fe, sin Cristo, sin ninguna religión. 

La familia, especialmente los abuelos, nos transmitieron la fe, nos enseñaron las oraciones, el Padrenuestro, a hacer la señal de la cruz, el Avemaría. Pero en lo oculto, en familia, ya que no podíamos decir nada ni en la escuela ni a nuestros amigos, de lo contrario nuestros abuelos hubieran ido a la cárcel. Era un régimen muy feroz donde ni siquiera estaba permitido hacer la señal de la cruz. En casa rezábamos el Padrenuestro antes de comer. Recuerdo que mi abuelo se persignaba delante de una pared blanca, yo no sabía por qué. Tras la caída del régimen, nos explicó que en aquel muro había tapiado una cruz. 

Me bautizó sor María…

No me bautizó un sacerdote sino una monja estigmatina, sor María Kaleta, que ya falleció. Bautizaba a los niños y llevaba la comunión a los enfermos en secreto. Sacaba al Santísimo de la prisión, donde lo recibía de los sacerdotes encarcelados. Los sacerdotes celebraban la Misa en secreto en la prisión y luego le entregaban las formas consagradas a sor Maria, escondidas cuidadosamente en la ropa sucia para que pudiera llevarlas a los enfermos. Y este bautismo mío fue un gran regalo que el Señor quiso darme así, en secreto y en pleno apogeo comunista. Si alguien hubiera descubierto que me habían bautizado, mis abuelos y el resto de mi familia hubieran ido a la cárcel. 

Así nació mi vocación sacerdotal 

Tuve la suerte de conocer a los “mártires” vivos, aquellos que sufrieron años en prisión, algunos estuvieron allí 28 años. Conocí a don Martin Trushi, al padre Shtjefen Pistulli, al cardenal Mikel Kolici, al actual cardenal Ernest Simoni, al padre Gjergj Vata, a muchos jesuitas y sacerdotes diocesanos… Aquella gente me transmitió una gran esperanza, a mí, un joven que había sufrido el látigo del comunismo. Aunque no estuve en la cárcel, experimenté lo que significa vivir en un país sin fe, que es lo principal que mantiene al hombre. 

Descubrí mi vocación al ver a uno de esos ancianos sacerdotes celebrando la Misa en latín en mi parroquia por primera vez. Era la primera Misa después de la liberación de la fe en Albania. Mi vocación surgió precisamente en ese momento. Al ver a ese sacerdote que sufría, que le costaba mucho celebrar la Misa, inclinado sobre el altar por los años de cárcel, pensé: Yo puedo sustituirlo. Y allí nació mi vocación sacerdotal. A la primera persona a la que le conté este deseo fue a sor María, la monja que me bautizó. 

Los mártires de Albania

Los mártires que dieron su vida por Cristo son siempre la semilla del cristianismo, como dice Tertuliano. Estoy seguro de que su sangre producirá muchas vocaciones y dará muchas bendiciones a Albania, a ese lugar que tanto ha sufrido por Cristo. Ellos son un gran testimonio de esperanza que nos enseña, también a nosotros, a ser fuertes en la fe, a no desanimarnos, a seguir adelante. Antes de dar la vida por Cristo, decían “Viva Cristo Rey, viva Albania y viva el Papa”. Estas tres palabras son palabras de coraje,  también para los jóvenes de hoy, los obispos, sacerdotes, religiosos y todo el pueblo cristiano. 

A los cristianos que viven hoy en países donde la fe es perseguida les diría que después de la muerte siempre está la resurrección; al final hay una luz que ilumina al mundo. Jesús vence el sufrimiento. Que sigan adelante sin miedo, aunque vivan en dificultad, en persecución, porque el que siempre vence es Cristo. Él nos ayuda, nos da la fuerza para superar cada dificultad de nuestra vida. Les diría que sigan adelante con valentía, con la oración y con el amor, porque con Cristo toda adversidad se puede superar. 

A los benefactores de ACN, en nombre de la Iglesia albanesa y como vicepresidente de la Conferencia Episcopal, les expreso mi gratitud por todo lo que hacen por Albania y por tantos otros países. Su ayuda es un gran signo de esperanza para quienes más lo necesitan. Que el Señor bendiga a cada persona que extiende su mano a los más pobres y que les recompense abundantemente por su generosidad hacia la Iglesia y los más necesitados en el mundo. Mil gracias por vuestro apoyo. ¡Gracias de todo corazón!

Tú puedes contribuir a sostener a la Iglesia en países de persecución para que puedan permanecer. 

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