» TESTIMONIO
Evangelizar dialogando con la cultura: la misión de los espiritanos en Etiopía

Entre los nómadas hamar del valle del Omo, los misioneros espiritanos anuncian el Evangelio respetando tradiciones, pero también señalando con sensibilidad aquellas que hieren la dignidad de las personas.
“El carisma de nuestra congregación es ir donde la Iglesia carece de personal o donde nadie más va”, explica el padre Kilimpe Garbicha, superior provincial de los espiritanos en Etiopía. Por eso están presentes en zonas rurales remotas, entre comunidades nómadas que nunca han oído hablar de Jesús.
Allí conviven con su gente, aprenden su idioma y buscan puntos de encuentro entre la fe y sus costumbres. Un ejemplo es el rito del “salto del toro”, un paso de iniciación que atrae turistas y da algo de sustento a estas comunidades. Con la ayuda de ACN, los espiritanos han podido mantener su presencia en estas regiones y fortalecer su labor pastoral.
Tradiciones que hieren
Pero no todas las prácticas culturales son inofensivas. El padre Kilimpe se estremece al recordar cómo las mujeres y niñas son azotadas como parte de la celebración de ese rito. “Lo ven como una expresión de alegría, pero los golpes son crueles y dejan cicatrices profundas”, relata.
“He visto a niñas de apenas nueve años pedir que las fustiguen. Para mí fue inaceptable. Me dolió tanto que casi me deja una marca a mí también”.
Por eso, con paciencia y diálogo, busca alternativas que no dañen los cuerpos ni la dignidad de las mujeres.

Evangelizar sin dividir
Etiopía es una nación de antigua tradición cristiana, pero con una minoría católica. “Nuestra misión no es menoscabar su cultura, sino evangelizarla, mostrar lo que en ella puede ayudar a descubrir el Evangelio”, explica el padre Kilimpe.
Ese trabajo va de la mano de un enfoque integral: educación, agua potable, acompañamiento pastoral y formación de las niñas. “El corazón, la mente y el cuerpo necesitan ser alimentados”, afirma.
Gracias al apoyo de benefactores de ACN, los espiritanos pueden levantar escuelas, renovar capillas y traducir textos a lenguas locales. Todo para estar cerca de las comunidades, incluso en lugares donde nadie más llega.